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lunes, 12 de marzo de 2012

Excursión Dominguera

Ayer domingo celebramos el cumpleaños de Jorge, un compañero de la escuela. Y lo hicimos de manera original y abstemia, con una jornada de senderismo en el puerto de Navacerrada (que está entre Madrid y Segovia, para el que no lo sepa).

Subimos hasta el mismo en tres coches, sumando 12 personas a las que luego se uniría Carlos, que vive ahora en Valladolid y venía por su cuenta. Tras un malentendido con la Benemérita que casi les cuesta un multazo a cada conductor (la culpa fue de dos guardias que no se pusieron de acuerdo, y uno tenía mal genio) y una obligatoria espera porque aparentemente ninguna mujer puede pasar dos horas sin mear, empezamos el llamado camino Schmidt, que  Jorge conoce porque entre otras facetas es boy-scout y se ve que se lleva a los críos por esos derroteros. 

El principio del camino era asfalto y parecía Preciados, todo lleno de familias y tal, pero enseguida llegamos al final de una de las pistas de esquí que se encuentran en el puerto y ahí se quedaron los domingueros. A continuación avanzamos por un camino lleno de nieve y hielo entre los pinos, con menos gente pero todavía bastante concurrido. Y cuál no sería la sorpresa de todos, incluyendo la del líder del grupo, cuando nos encontramos que una empinada pista de esquí nos cortaba el camino, literalmente. 

Después de un rato de confusión decidí hacer de mastín y tiré hacia la cima de la estación (que no está muy lejos, afortunadamente), porque tampoco nos íbamos a arrugar nada más empezar. Ahí ya nos salimos del sendero y anduvimos a la orilla de la pista hasta que, con terreno plano bajo nuestros pies, cruzamos toda la nieve y recuperamos un, si no el, camino. Cabe señalar que un par de chicas que habían optado por Converse All Star TM empezaron a sufrir su decisión, por lo del campo a través y esto.



Superado este obstáculo caminamos media hora o tres cuartos sin más complicación que ciertos parches de nieve y hielo y llegamos a una explanada con unas vistas cojonudas, lugar que el grueso de la tropa aprovechó para dar por bueno el día de senderismo, tirar las mochilas, sacar la comida y ser urbanita en general. Era la una y media, pero bueno, me cepillé el bocata de manchego con anchoas y tomate, que es una delicia.

Como Carlos, Catur (as in Pablo Caturla) y yo no nos habíamos quedado satisfechos decidimos subir hasta la cima del monte, e hicimos tal. Nos costó un buen rato llegar, pues perdimos el sendero al principio. Aunque eso de sendero es un tanto optimista. Lo único que había eran hitos (montoncitos de piedras que un montañero deja para señalar un paso más cómodo, o una ruta) y el avance era complicado entre ramas, nieve, rocas y árboles caídos. Pero compensó. Vaya si compensó.

la cámara no pudo captarlo, pero se veían claramente la Cuatro Torres Business Area y las Torres Kio, y con más dificultad la Terminal 4 de Barajas
Me sorprendió muchísimo la frondosidad de la zona. Acostumbrado a downtown Madrid, me imaginaba que esto sería un secarral, pero más bien todo lo contrario. Eran coníferas y abedules y encinas, y roca granítica como en Galicia. Me encantó. Los tres arrojados montañeros dedicamos un buen rato a disfrutar del paisaje, e incluso llamamos a los de abajo, a quienes distinguíamos como puntitos en la explanada. Una pena no llevar prismáticos, que habrían venido bien también con todos los buitres que avisté cuando conducíamos hasta el Puerto.

En fin, luego bajamos con los otros, lo cual nos llevó tres cuartos de hora entre nieve y rocas. Una vez reunidos todos, charleteamos un tiempo y  nos bajamos a eso de las cuatro y media. Para alcanzar el aparcamiento desde la estación bajamos caminando (aunque hubo quien se tiró) por una pista de esquí, con el alborozo correspondiente. Nos repartimos en coches, nos despedimos y concordamos en que había sido la leche y que deberíamos repetir. 

Y es cierto, hacía tiempo que no iba de monte y volví a casa reventado y absolutamente feliz.

P.D.: Lo único malo es que llegamos tan tarde a Madrid que no me dio tiempo a ir al concierto de Los Beatos en el  CMU Antonio de Nebrija. ¡Los planes buenos tienden a coincidir en el tiempo! Cuando me disculpé con (el guitarrista de Los Beatos) Alberto Maestre, alias Judío, me dijo "it's ok, la cabra tira al monte".

4 comentarios:

  1. ¡vaya! Esta red ha vuelto a jugar de las suyas. Yo ya había hecho un comentario que se ha perdido en el aire.
    Decía que yo también hecho de menos los paseos por la montaña, sea de caliza o de granito, respirar ese aire que solo en esas ocasiones hay, la satisfacción de llegar al ver esas vistas que, después del esfuerzo, siempre se ven de otra manera, los momentos en que,
    rodeada de dos enanos, que querían ganar un "postrísimo" recorríamos
    lugares cercanos o lejanos...
    Me alegro de que lo hayas disfrutado.
    Un beso.
    la madre

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  2. ¡Vaya! Después de todo es verdad que todo se pega,menos el dinero. Tantos años en contacto con las faltas de ortografía que ya las empiezo a incorporar a mis escritos. Lo siento muchísimo y echo en falta el hecho de no poder enmendar los escritos anteriores, pero este medio es así.
    La madre (avergonzada)

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  3. Jajajajajaja!! Ala, mamá, a repetir cada falta cien veces. Pues yo os voy a dar envidia, porque desde mi cocina tengo unas hermosas vistas montañosas, y en dos pasos estoy en medio del monte, con su río y su verde gallego. Los domingos que la lluvia y la pereza nos lo permiten me voy con mis queridos vecinos a pasear por ahí, ¡es tan gratificante! Hace un par de semanas nos fuimos a comer al Pedroso, y disfruté como una enana, creo que es sin duda lo que más me está gustando de este año en Santiago, haber encontrado a dos aficionados al senderismo, poco frecuente entre las juventudes de hoy en día.

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